Morelia, Mich., 4 de febrero de 2024.- En el marco de su Reunión Anual 2024, los Obispos de la Provincia Eclesiástica de Morelia, conformada por las diócesis de Apatzingán, Lázaro Cárdenas, Tacámbaro, Zamora y Morelia, convocaron a un par de celebraciones eucarísticas, con la intención de unir sus voces en una llamada urgente de paz, ante la creciente ola de violencia que tristemente lacera a nuestro estado de Michoacán.
En un cominucado de prensa hicieron mención que el lunes 29 de enero en punto del mediodía, se celebró la Eucaristía en la Catedral de Apatzingán, uno de los principales epicentros de violencia en el estado. Lo mismo el martes 30 de enero, se dieron cita en la Plaza de la Paz de Morelia, para celebrar una “misa callejera” por la Paz, a la cual asistieron obispos, sacerdotes, religiosas, seminaristas, feligreses, autoridades civiles, líderes representantes de diferentes confesiones religiosas, así como víctimas en recuperación atendidos por los “centros de escucha” que la Iglesia michoacana ha puesto en marcha.
En ambas celebraciones y, ante los medios de comunicación invitados, manifestaron que: “Hoy, quienes viven en las condiciones de mayor indefensión, demandan que todos contribuyamos con diálogo franco y acciones concretas para que podamos vivir en paz y justicia en Michoacán y todo el país, porque la desintegración progresiva del tejido social y la violencia están a la vista de todos y es urgente que esta situación se revierta”.
Aquellos que han presenciado en sus comunidades la desigualdad, el horror de la violencia y el miedo de toparse con la delincuencia cada que salen de sus casas para ir al trabajo o la escuela, los que han perdido familiares en medio de balaceras, que han sentido en carne propia la impotencia de no ser escuchados, claman, para que en voz de nosotros hagamos resonar su petición de la urgencia de que autoridades, sociedad civil, organismos no gubernamentales, iglesias y todos en conjunto, contribuyamos, cada quien desde su trinchera, a pacificar al estado y al país y construir una paz duradera.
Hicieron ver cómo los homicidios y la incidencia delictiva brotan por todas partes: tan solo de 10 municipios que conforman la Diócesis de Apatzingán, cinco de ellos padecen el desplazamiento permanente de sus habitantes debido a la inseguridad generada por grupos delictivos que operan sin control, lo que genera pobreza, marginación y desigualdad social.
“Los habitantes abandonan sus pertenencias, casas, negocios, escuelas y trabajos para buscar un lugar seguro, donde sus familias puedan empezar de nuevo y crecer sin temor a ser víctimas de la delincuencia organizada. La inseguridad y violencia siguen amenazando a Michoacán y al país entero, no importa a donde quieran migrar, por ello la necesidad urgente de actuar”, explican.
Hoy hablamos, dicen los obispos, en nombre de aquellos que han sufrido violaciones a sus derechos, de aquellos que deben explicarles a sus hijos que no pueden salir de sus hogares; que se ocultan debajo de sus camas, mientras escuchan durante horas balaceras que parecen interminables por enfrentamientos de grupos criminales que se sienten impunes.
“Aunque desde otros reflectores se hable de un país seguro, es necesario señalar que la paz no puede reducirse al simple equilibrio entre la fuerza y el miedo. Mantener al otro bajo amenaza significa reducirlo al estado de objeto y negarle una vida digna y de bienestar”, añadieron.
Aseguran que “la Iglesia no ha sido ajena al sentir de nuestra sociedad mexicana, lo expresamos en el 2010, en la Exhortación Pastoral ‘Que en Cristo, nuestra paz, México tenga vida digna’, donde se advertía de la creciente actividad de la delincuencia organizada, la pobreza, la desigualdad social, la corrupción, la falta de reformas en las políticas económicas, las deficiencias en el sistema de impartición de justicia, el desempleo, etc. Ahora vemos que dicha realidad, lejos de disminuir, amenaza cada vez más la extinción de comunidades”.
“El pronunciamiento que hacemos en esta ocasión es que todos: iglesias, autoridades gubernamentales, organismos autónomos, sociedad civil y ministros de culto, estamos llamados y obligados a realizar nuestra propia aportación para la construcción de la paz, bajo el resguardo jurídico que provee el Estado de Derecho, el cual debe garantizar una sana convivencia entre la población y dar certeza a aquellos que más han padecido.
“Es tiempo de tomar acción y sumar esfuerzos para construir la paz en medio de la adversidad, la participación de todos en la toma de decisiones es urgente. Hoy más que nunca es necesario establecer un diálogo franco, cada vez más transparente con las instituciones civiles y gubernamentales de los distintos órdenes, ponerle un alto a la corrupción, hacer una revisión realista de las estrategias de seguridad, porque la inseguridad está a la vista y de ello dan testimonio todos aquellos que en la zozobra claman por una vida en paz, próspera y de desarrollo”, exhortaron.
La participación ciudadana no puede quedarse atrás, estamos obligados a intervenir en la toma de decisiones sobre nuestras comunidades y en el país. Las soluciones no son fáciles, pero tampoco imposibles. Podemos mejorar nuestro ambiente social si aprendemos a despertar el interés de todos y generamos modos de participación ciudadana más sencillos y eficaces.